domingo, 11 de febrero de 2018

Autopsia.

¡Buenas a todos! Aquí May, no os entretengo mucho, pero os hago saber que este relato está basado muy ligeramente en una noticia real, y que lo escribí hace bastante tiempo para un curso que estaba haciendo, o sea, que está terminado, no esperéis continuaciones...

RELATO III: AUTOPSIA

El forense resopló, fastidiado. Justo cuando estaba a punto de marcharse a su casa, un enfermero llegó corriendo a su lado, casi tropezando con sus propios pies, y le dijo que el doctor acababa de enviarles un nuevo fallecido y la autopsia debía estar lista para mañana.
-¿Causa de la muerte?-preguntó, una vez estuvo en la morgue, sin conseguir ocultar su mal humor.
-Aparentemente desnutrición e infección de oído. Fue encontrado por una turista en una parada de autobús cercana y no contamos con medios de asegurar la existencia de familiares.- dijo su compañera. Aquello le entristeció. Normalmente era fácil contactar con parientes, amigos o conocidos y eso daba al muerto un nombre, una historia que le tranquilizaba porque dejaba claro que la persona no sería olvidada en una fosa común-o peor, en la calle- al abandonar su mesa de trabajo. Al terminar su carrera, esperaba poder dedicarse a salvar vidas, a rescatar personas. Sin embargo, allí estaba, delante de un cadáver sin nombre e insalvable. A pesar su experiencia en aquel hospital (el Tilak Lokmanya de Bombai) no conseguía adecuarse, como ya había hecho su compañera, a esa sensación de impotencia. Sin emba
rgo ocurrió algo que le recobró de su mal humor y su tristeza, algo que nunca podía haber imaginado.
Todo empezó con un par de pitidos estridentes.
-Hay un problema con la máquina- les comunicó uno de los aprendices.- registra movimiento estomacal. Se habrá estropeado.
No le dio ninguna importancia y cogió el escalpelo, que le pareció algo más frío de lo normal.
Entonces ocurrió. Otro pitido -irrelevante- por parte de la maquina y el muerto respiró. Tomó una profunda bocanada de aire y se incorporó. El forense tuvo que ser sujetado por dos aprendices para no caer al suelo.
-.-
Su último recuerdo fue dirigirse a la parada de autobús, sintiendo el aguijón del hambre y un ligero dolor en la oreja izquierda. Bueno, tal vez no tan ligero. En todo caso nada remotamente parecido a aquel señor barbudo que sujetaba un objeto brillante con fuerza en la mano al tiempo que era sujetado por dos jóvenes de la mitad de su estatura. La confusión llegó a su punto máximo cuando aquel mismo hombre soltó una retahíla de palabras en una lengua que él no comprendía.
-¿Dónde estoy?-susurró, antes de volver a caer inconsciente.
-.-
Marina no estaba muy segura de qué hacía en aquel hospital. Hacía varios días ya desde aquel mensaje de móvil que le explicaba la situación del hombre que había conseguido que perdiese el autobús que la llevaría al aeropuerto y, por lo tanto, el vuelo de vuelta a España. El hombre al que había creído muerto. Y, al parecer, no había sido la única. Después de la odisea que había supuesto para ella llevarle allí, le habían tomado los datos personales y la habían echado con cajas destempladas. En su momento no había pensado demasiado en eso -tenía que volver a buscar hotel- pero ahora, esperando a que la llamaran para ver al desconocido al cual podía haber salvado se dijo que había sido muy maleducado de parte del guardia de seguridad no volver a dejarla entrar.
Cuando la puerta se abrió, dejando que ella viese la tranquilidad que mostraba el médico, se dio cuenta de que, desde que abandono el edificio, había estado preocupada por ese extraño.
-Sentimos haber tenido que llamarla -dijo el doctor- pero, dado que el paciente no tenía familia, es lo más probable que usted sea su único enlace con la sociedad y estamos obligados a avisar a alguien.
-No hay problema- respondió en un hindú más bien torpe, bendiciendo interiormente a su amiga Carolina que le insistió en que aprendiese el idioma antes de ir de vacaciones. Estuvo a punto de preguntar: ¿cuáles son estos casos? ¿los de resurrecciones misteriosas? Por suerte se tragó sus palabras. Simplemente continuó-. Me alegra poder ayudar.
-Y a mí oír eso, porque vamos a necesitar su ayuda.


Autopsia bastante más antigua que la que os cuento. Hasta donde yo se, nadie revivió aquel día.

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